sábado, 28 de marzo de 2009

Un regalo de amistad: mi Taray EL RONRONEO

Hola de nuevo bonsainautas, voy a realizar un receso en el comentario de los talleres del europeo pasado para subir esta evolución, un homenaje a un gran amigo de Chipiona al que conocí al poco de llegar al Puerto de Santa María, por mediación de otro gran amigo, José Luis.

Este gran tipo que tenéis en la fotografía inferior es mi amigo Fernando Veas, ante todo una muy buena persona, y un gran aficionado al bonsái. Su vida profesional circula alrededor de las flores, pero cada rato libre que tiene lo dedica al bonsái.

Cuando lo conocí el me conocía a mí por referencias, mis artículos en revistas y en la web sobre todo, y la buena imagen que le transmitió mi presi José Luis.

Cuando llegué a su finca y vi la cantidad de material que estaba engorgando en el campo se me abrieron los ojos como platos, y le propuse ayudarle a formarlos, dada la cantidad enorme de material del que disponía. Otros "profesionales" se le habían ofrecido igualmente, pero a cambio de cobrarle una determinada cantidad de dinero, más los desplazamientos, y creo que mi ofrecimiento desinteresado le chocó, pero comenzamos a quedar los domingos alternos, y así comenzó lo que actualmente es una buena amistad.

No se si se sentía en deuda conmigo, por mi ayuda, lógicamente en la medida de mis posibilidades, pero uno de esos días me llevó a la zona donde engordaba sus árboles y me dijo que eligiera el árbol que más me gustara. Cuando vi este Taray en el suelo, una impresionante mata con ramas de dos metros de longitud, lo primero que me atrajo era su gran tronco con buenas curvas y su corteza rugosa, así que me lo reservó, ya que estaba arrancando árboles para venderlos.
Me contó que ese Taray llevaba tiempo queriendo arrancarlo, y que su padre, agricultor de toda la vida, intentó en varias ocasiones matarlo inyectando veneno en sus raíces, pero el fuerte Tamarix no dejaba de crecer, secó algunas raíces, pero continuaba creciendo a partir de las que no habían muerto. El 30 de marzo del año pasado nos pusimos manos a la obra y conseguimos desprenderlo del suelo. Era un auténtico monstruo, pesaba bastante, y necesitamos una carretilla para llevarlo a la nave en la que trabajamos.

Ahora tocaba realizarle la poda de formación, podarle las raíces y prepararlo para plantarlo en una caja de frutas temporal, así que nos pusimos manos a la obra. Con ayuda de una sierra le fuimos eliminando las gruesas raíces y le rebajamos los tocones hasta quedarnos con una estructura básica del tronco, con pronunciadas curvas y buena conicidad:

Fernando se aplica en la poda de tocones:
Lógicamente auxiliado por los incondicionales Domingo y Enrique:
Poco a poco nos fuimos quedando con la estructura básica, respetando las raíces más finas que tenía al sacarlo del suelo:
Para mostrar bien el movimiento del tronco eliminamos alguna gruesa rama, y para cortarla sin dañar el tronco principal, tuvimos que aplicarnos cuidadosamente a base de sierra, formones y maza. En este caso, la mano de obra la pone Domingo.


Y para terminar, podé toda la ramificación y colocamos el enorme Taray en esta caja de frutas. Mis tres buenos amigos chipioneros posan para el recuerdo de este día de trabajo: Fernando, Enrique y Domingo. José Antonio se había tenido que marchar.

Unas cuantas vistas de este gran regalo tras los primeros trabajos:
Aquí aún no lo sabía, pero había un gato restregándose contra el tronco y ronroneando:



A veces me preguntan que como veo el futuro de un bonsái en un tronco como este. Tal vez me pasa como a los escultores cuando se encuentran frente a un bloque de mármol, pero con algo de ventaja. Yo veo como una sombra borrosa que me indica por donde buscar, pero hasta que no se inicia la búsqueda y vamos avanzando en el modelado del tronco, no podemos saber que resultado vamos a sacar. Lo importante es hacer las cosas como siempre, con delicadeza y constancia, y poco a poco, lo escondido se nos irá mostrando. Es lo que me ocurre a mí, y a veces, este trabajo de búsqueda se prolonga a lo largo de todo un año, y a veces más.
Bueno, lo dejé crecer libremente 4 meses, y como es natural en esta especie, si se la abona generosamente y no le falta el riego, los crecimientos son espectaculares. Había llegado el momento de empezar a educar las ramas y comenzar a definir el diseño de este ejemplar. Amarré fuertemente a la caja al Taray (importantísimo si vamos a trabajar la madera para que no se muevan mucho las raíces) y me armé de gubias y maza, así como de mi inseparable partetroncos regalo de Erasmo (ya estaba entrenado) y comencé a definir la vena viva y a modelar los jines.

Poco a poco fuí rebajando tocones:


Busqué la zona viva junto a las heridas que surcaban el tronco:

Y poco a poco fuí encontrando ese gatito ronroneante:




El Taray tiene una madera muy blanda, lo que es fenomenal para su esculpido, pero fatal para su conservación. A pesar de todo, estas tareas me llevaron un día completo de trabajo, un sábado en el que casi no me vieron el pelo nada más que para comer, pero ya los tengo acostumbrados a mis sufridos hijos y señora. ¿Donde está papá?, en el jardín con los bonsáis.
Y llegué a la zona apical. Con la gubia fuí arrancando trozos y con los alicates tiraba de ellos a favor de la veta. Uní la zona apical con ese shari natural:

Y aquí tenéis como iba quedando ese tocón tan feo y deforme que había cerca de la base:


Este trabajo es muy basto, y luego hay que refinarlo con los cepillos metálicos y la dremel. Quemar con el soplete las fibras ayuda, pués también endurece la madera al secarla.


Y por fin, unas vistas del trabajo bastante avanzado, a falta de pulir y aplicar el polisulfuro. Aunque hacía solo cuatro meses que lo habíamos plantado en la caja de frutas, opté por ponerlo en este gran tiesto, profundo, para que creciese con fuerza los dos próximos años, y como no teníamos en el campo mi substrato de cultivo, para ponerle un buen substrato a base de akadama y arena volcánica (picón) a partes iguales:







En la siguiente serie de fotografías os muestro el trabajo de limpieza de los bordes de la vena viva y la aplicación de pasta selladora, el cepillado fino con dremel y el resultado del quemado con soplete previo a la aplicación del polisulfuro de cal.

¿Véis el gatito restregándose?, o tal vez es lo que dice mi hijo, que tengo demasiada imaginación:


A sopletear y cepillar:



Tras aplicarle el polisulfuro:
¡Ese gatito!

Una semana después, le tocó el turno a las ramas, que modelé en estilo llorón. Tened en cuenta que solo se aprovecharán los primeros centímetros, y que se irán sustituyendo los ápices de las ramas progresivamente.
Aunque en este frente se aprecia más movimiento en el tronco. Ya veremos con cual me quedo.
A finales de agosto había vuelto a crecer bastante, así que a alambrar esos crecimientos y a podar ligeramente:


El 23 de enero de este año, tras podar y desalambrar, a remodelar de nuevo. Aún no se quedan las ramas en la posición deseada:

Tras el nuevo trabajo:

Y como era de esperar, tuve que sanear la madera muerta en contacto con el substrato, ya que se pudre con facilidad. De la parte interior eliminé alguna termita, que aún seguia alimentándose del tronco podrido:
Sobre todo trabajé el interior del tronco, en la zona delantera del gatito:

y la zona de la base del shari natural:

Su nueva imagen tras los trabajos de madera:

y un detalle de los mismos. Con el tiempo casi todo el interior en la parte baja del Taray estará ahuecada:


Un vista trasera del 24 de enero de 2009:

Y otro posible frente:

El 4 de marzo ya estaba brotando con mucha fuerza, así que a aplicar GK 365 cada semana y rodear de peyets de biogold toda la periferia del tiesto:

Y no veáis como lo agradece, tras un mes de crecimiento:

Así que a alambrar y a eliminar los brotes mal situados:



Y eso es todo. Aún queda un largo camino, pero para un año, creo que ha cambiado bastante.
Os seguiré mostrando su evolución.
Y ante todo, GRACIAS FERNANDO.
Un saludo.

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