Hola amigos, para los que aún no lo conozcáis, os voy a llevar de paseo por el Jardín Museo de Almuñecar, inaugurado el pasado 19 de diciembre en esta maravillosa localidad de la costa de Granada.
Tuve oportunidad de visitarlo cuando aún estaba en construcción, a la espera de los últimos arreglos y ubicar los árboles en sus expositores, pero cuando he recibido las fotografías que me ha mandado mi amigo José Antonio Joya, he comprobado que el museo es aún más bonito ya terminado.
El museo se encuentra situado en la Plaza de Marruecos de Almuñécar, conformando un bonito jardín. En esta plaza existía anteriormente un jardín tropical y se ha mejorado para alojar una colección que cuenta con unos 120 ejemplares, más de 75 propiedad del promotor de la idea, el presidente de la Asociación Amigos del Bonsái, Costa Tropical, y director del museo, José Antonio Joya Martín. Sin embargo, esta idea no se habría llevado a cabo sin el patrocinio del Ayuntamiento de Almuñécar (impulsado por su alcalde Juan Carlos Benavides Yanguas) y la organización de la Asociación Amigos del Bonsái.
Nada más atravesar la puerta de entrada al museo nos sumergimos en un ambiente de paz y tranquilidad que tiene como eje de unión algo muy granadino, las conducciones de agua, las cascadas, los estanques y la vegetación. El museo cuenta con infinidad de atractivos que nos acercan al mundo oriental, pero sin olvidar que estamos en Almuñecar. En definitiva, para mí, los responsables de este proyecto han sabido integrar el atractivo de la cultura oriental con las características propias de una provincia, la de Granada, de gran tradición en los ajardinamientos.
Al entrar, una puerta oriental muestra un plano orientativo que nos muestra la distribución del jardín museo:
Al entrar, una puerta oriental muestra un plano orientativo que nos muestra la distribución del jardín museo:
Y pronto comenzamos a ver bonsáis. En este caso, un gran pino en estilo literati, y una linterna. Cuando el ejemplar se encuentre aclimatado se modelará para perfilar su imagen en el estilo Bunjin.
La mayoría de los ejemplares se han situado en unas peanas de madera de diferentes alturas, colocadas sobre un piso de grava blanca. Ésto, en combinación con los tonos anaranjados de las paredes y muretes hacen que el marco en el que se exponen los bonsáis sea muy cálido.
El museo se encuentra estructurado en varias alturas (tened en cuenta que Almuñecar está situada en unas lomas de pendientes no muy pronunciadas, pero si que hay que salvar), pero el paseo no es desagradable, y se va disfrutando de diferentes rincones con mucho encanto.
Una mirada al jardín zen de la entrada, mientras subimos:
y un descanso para admirar dos de las piezas expuestas, en este caso dos ullastres:
La mayoría de los ejemplares se han situado en unas peanas de madera de diferentes alturas, colocadas sobre un piso de grava blanca. Ésto, en combinación con los tonos anaranjados de las paredes y muretes hacen que el marco en el que se exponen los bonsáis sea muy cálido.
El museo se encuentra estructurado en varias alturas (tened en cuenta que Almuñecar está situada en unas lomas de pendientes no muy pronunciadas, pero si que hay que salvar), pero el paseo no es desagradable, y se va disfrutando de diferentes rincones con mucho encanto.
Una mirada al jardín zen de la entrada, mientras subimos:
y un descanso para admirar dos de las piezas expuestas, en este caso dos ullastres:
Por todo el recorrido nos acompaña el sonido del agua, que discurre por los laterales y contribuye a crear un ambiente muy fresco y relajante. Imaginad que remanso de paz para los calurosos días del verano.
y mientras damos este tranquilo paseo entre plantas, nos vamos encontrando por el recorrido diferentes bonsáis, con un elevado número de especies diferentes, superior a lo que se suele encontrar en otros museos.
Hay además toda una variedad de palmas, ficus, cycas, y un largo etcétera, que son los hermanos mayores que velan y cobijan a los bonsáis.
y mientras damos este tranquilo paseo entre plantas, nos vamos encontrando por el recorrido diferentes bonsáis, con un elevado número de especies diferentes, superior a lo que se suele encontrar en otros museos.
Hay además toda una variedad de palmas, ficus, cycas, y un largo etcétera, que son los hermanos mayores que velan y cobijan a los bonsáis.
Fijamos la vista un momento en una sabina rastrera que nos llama la atención:
y llegamos al tokonoma permamente, en el que se irán cambiando a lo largo de las estaciones los árboles expuestos, en esta ocasión una Piracanta y un fabuloso Pino negro, con un bonito kakemono de acompañamiento:
Una fuente de inspiración árabe con unos azulejos muy llamativos nos refresca durante nuestro paseo:
Un Pino negro nos hace parar un poco a contemplarlo en detalle:
Y nos encaminamos hacia otro rincón adornado por otra puerta oriental, junto a la cual encontramos una Callicarpa japonica en floración:
Cerca fijamos nuestra mirada en unas magníficas raíces aéreas de un grandioso Ficus, del calibre de troncos, que junto con la lampara japonesa hacen de este rincón otro lugar donde reposar un poco antes de retomar el paseo por el jardín museo.
Cerca fijamos nuestra mirada en unas magníficas raíces aéreas de un grandioso Ficus, del calibre de troncos, que junto con la lampara japonesa hacen de este rincón otro lugar donde reposar un poco antes de retomar el paseo por el jardín museo.
Aquí nos fijamos en este enebro chino y volvemos la mirada para ver el recorrido que llevamos realizado desde otra perspectiva:
En esta zona, además de recibir información sobre los bonsáis expuestos en el marco de la puerta oriental, nos podemos deleitar de la imagen del estanque del que surge una piedra, como una isla, sobre la que descansa un magnífico pino silvestre plantado en kurama (Por cierto, obra de mi amiga María José González).
Un pequeño puente de madera nos comunica con otra zona de exposición:
y las lámparas japonesas nos ayudan a pensar que estamos en el lejano oriente:
La vegetación tropical contribuye poniendo un marco incomparable en el que exponer los bonsáis:
y nos conduce hacia otro jardín zen, (tres islas emergiendo sobre un mar en calma).
Llegamos por fin a la plaza de exposición principal, donde hay un gran número de bonsáis con los que relajarse admirando sus detalles (Prunus mume, Algarrobos, Enebros de las pagodas, Manzanos silvestres, Enebros chinos, Ficus panda, Ficus Retusa, Ulmus, y un largo etcétera:
y el bosque de bonsáis que encontramos en un lateral:
No podemos más que maravillarnos por la espectacularidad de este magnífico Pino blanco japonés que preside la plaza desde el incomparable marco de esta puerta arabesca:
Aquí os muestro un pino negro, un ganado europeo y un tejo japonés en detalle:
Y dos linternas de las que nos han acompañado en nuestro recorrido, y que para admirar en toda su plenitud tendremos que visitar al oscurecer. No os perdáis el paseo nocturno de la siguiente entrada del blog.
1 comentario:
Precioso!!!!
Bajaria a Carthago solo para verlo!
Saludines
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